Llegando tarde, pero llegando, nos unimos por tercer mes consecutivo a la iniciativa del Carrusel bloguero de Juegos de Rol.
Si me he retrasado, ha sido por cierta sana envidia por no poder compartir una gran campaña conocida. Debo reconocer que mi mayor experiencia en los juegos de rol ha sido como jugador, de un juego creado por un amigo, desconocido para el resto de la humanidad. Lo cual no significa que no haya vivido épicas aventuras, de hecho la mayoría son tan épicas que no me atrevería a describir escribiendo. Alguna vez las he narrado y me ha llevado horas, quizás algún día se hagan novelas.
Sin embargo, he decidido finalmente que eso no me impida daros a conocer las hazañas de Sigrit, un caballero del sagrial (si, aunque parezca descabellado una adaptación de los caballeros del zodiaco que tanto nos gustan a un juego de temática fantástica. Aunque no lo parezca, en pocas partidas no desentona tanto como pueda parecer). Cuando jugué esta partida tendría yo unos 16 años. Aunque ya había jugado alguna partida, había ojeado algún sistema, y comprado algún libro (La llamada de Cthulhu y Vampiro Edad Oscura. Curiosamente siempre estuve apartado del D&D), esta campaña fue la que me enganchó, hasta la fecha, a los juegos de rol.
Como decía, el juego en cuestión es Eistar, un juego de creación amateur que poco (nada en realidad) tiene que envidiar a la mayoría de juegos publicados. Puede que haya mucho Copy & Paste en temas de razas, los caballeros del sagrial antes nombrados, magia e incluso sistema, que bebe mucho del Runequest aunque muy mejorado, en mi opinión, pero con el tiempo la ambientación, ciudades, personajes, dioses y todo el mundo que entre director y jugadores hemos creado, es sencillamente increible.
Pero como empiezo a desvariar, vamos con lo que en realidad nos atañe. Corría el año 2000 - 2001, más o menos. Un amigo nos había avisado para una partida que iba a dirigir un amigo de este, en su casa, así que reunimos un grupito y acudimos a casa de este. Entramos un poco abrumados, sobre todo cuando vimos un juego de creación propia de proporciones épicas, cada página escrita a mano, un director de vieja escuela con muchisima experiencia (también nos sacaba unos cuantos años), y un mundo enorme por descubrir. Serían las tres de la tarde cuando quedamos en el portal, y tras las presentaciones entramos en la casa, elegimos entre varios personajes pregenerados que pudimos "retocar" y empezó la partida. La cosa empezó bastante sencilla. Varios personajes, una posada (¿puede haber algo más típico?) y, como no, una aventura. La introducción dejó de ser cotidiana cuando la posada fue atacada por unas fuerzas descomunales. Entre ellas un caballero del sagrial oscuro, y mi conveniente trozo de protagonismo enfrentandome contra él, siendo derrotado ante un enemigo de proporciones épicas para mi nivel. Al final, llegó el que había planeado el ataque, un poderoso hechicero que nos ofreció un trato. Nuestras vidas y las del resto de prisioneros que se encontraban en la posada, a cambio de recuperar un objeto de unas ruinas.
Puede que dicho así la cosa parezca vulgar. Pero imaginaos esto descrito por alguien que en mi opinión tiene una especie de don para el rol. Cada personaje cobraba vida a traves de diferentes voces. Libre de cualquier tipo de timidez el director representaba cada grito, cada risa, cada gesto obsceno o incluso el miedo. Las puertas crujian cuando eran destrozadas, las bestias gruñían, los enemigos se mostraban temibles... Imaginaos esto para alguien tan verde en el rol como yo en aquel entonces.
La aventura, para no aburriros, continuo durante la tarde. Trampas, enemigos, diálogos, amistades, dificultades entre los personajes y un sin fin de aventuras. La cosa se extendió, y pronto fuimos a comer algo. Para entonces, un acto de avaricia por mi inexperta parte, había hecho que la armadura (con vida propia) renegara de mi (casi tengo que contener las lágrimas ^^). Más adelante, conservando aún la esencia y los poderes continué la aventura, y cuando ofrecí mi cuerpo protegiendo a mis aliados y por sistema un golpe debería haberme destrozado la cabeza, mis actos honorables habían hecho que la armadura, por si sola, volviera a mí en el momento exacto (para mi aquello fue de una epicidad lege- un momento -daria). Al final comimos, reimos, seguimos jugando, nos divertimos, se creo un vínculo jugador-director director-jugador jugador-jugador. Entonces no sabíamos que se estaba creando un grupo de juego que duraría años.
Al final, entre café y café, vimos amanecer, y dijimos ¿por que no? Unos pocos fuimos a comprar pan y chorizo de teror (bueno, aqui en gran canaria muy conocido, por fuera un chorizo para untar) y tras el desayuno, ¡Seguimos jugando! La aventura no hacía más que ganar epicismo y nosotros estabamos sencillamente flipando. Jamás habíamos visto tal derroche interpretativo, y la aventura, aparentemente sencilla, estaba llena de tramas, subtramas e infinidad de sucesos que nos fascinaban. Al final llegó la hora de comer, sobre las 3 de la tarde, y tras ¡24 horas de rol continuadas! nos fuimos a casa.
Durante las siguientes semanas siguieron las aventuras. Los personajes ganaron niveles, se hicieron más fuertes. Al final conseguí derrotar al caballero oscuro que me derroto en la primera sesión, e incluso se convirtió en aliado. Para nuestra desgracia, cuando la aventura estaba más emocionante, un enemigo nos derroto en unas cavernas olvidadas. Tal vez algún día os hable del Arcón de Kelador y la mazmorra donde se haya oculto, por ahora basta con decir que una poderosa hidra acabó convirtiendo en piedra a varios personajes, y los vínculos eran ya tan fuertes que, aún conocedores del peligro, nos introducimos en su guarida, y jamás volvimos.
Después llegaron más aventuras. La mayoría de ellas eran incluso mejores, con mejor hilo argumental, personajes (los nuestros sobre todos) más trabajados y con más personalidad, mejor interpretación por nuestra parte, espacios más abiertos con más posibilidades (no tan estilo dungeon & dragons y sus mazmorras), enemigos a los que se podía derrotar no solo con la espada... pero, ninguna como aquella, que tenía algo especial...
Si algo me da rabia de publicar esta entrada, es que ni por asomo hace justicia a la experiencia vivida. No obstante hago un llamamiento al joven rolero que hay en tí, sabedor de la emoción de una gran aventura, para que imagines la sesión de juego más vivida, y la prolongues durante 24 horas de acción, emoción, monstruos, epicidad, enemigos inolvidables y compañeros inseparables.
No imagináis lo que daría por volver a revivir esta experiencia. Aunque he vivido grandes momentos con el rol, siempre habrá un hueco muy especial en mi corazón para esta aventura y esta crónica en particular.
P.D. ¿Es de muy friki decir que me emociono más con esta primera campaña épica que con mi primera experiencia sexual? ^^ Aunque también la recuerdo, no me causa ese erizamiento del vello capilar ni esta sensación de nostalgia...
Pues si que tenía buena pinta, sí... Ojalá todos pudiéramos vivir esas experiencias tan acongonjantes.
ResponderEliminarPor otro lado, el juego ese, Eistar, tiene muy buena pinta. ¿Sabes donde los profanos podemos echarle un ojo, o se quedó relegado para siempre en el formato analógico?
Bueno, un saludo. ¡Suerte!
Por ahora solo unos pocos privilegiados poseemos una copia.
ResponderEliminarEl autor se plantea el publicarlo, pero aún no lo ha hecho, ya se verá si con el tiempo la humanidad podrá disfrutarlo, espero que sí.