Ayer nos paso una cosa muy curiosa, que me veo en la obligación de compartir. Habiamos quedado en casa de Álvaro un total de 5 amigos de La Guardia Eterna con intención de jugar la segunda aventura a 7º Mar. Antes de hacer rodar los dados, decidimos hacer una incursión al Mercadona que se encontraba a 5 minutos caminando de su casa, así que volvimos cargados con dos CocaColas, un queque de chocolate, y otro paquete de dulces. Cuando entramos en el edificio, jamás esperabamos lo que iba a suceder.
Charlando de nuestras frikadas, nos metimos los 5 en el ascensor. Alguna broma se dijo del tipo: "Esto no se mueve ¿no?" "Aqui hay más de 500 kilos (de hecho no estabamos muy lejos de esa cifra)". Las risas se acabaron cuando la puerta hizo ademán de abrirse, y allí se quedó. Fue entonces el momento de la risa tonta... "Venga ya... ¿en serio?". Maldita mala suerte. Nos querían quitar nuestra partida...
Tras conseguir abrir la primera puerta, la del ascensor, nos encontramos en medio de dos plantas, y la segunda puerta, la del edificio, bloqueada. Arriba, a lo lejos, inalcanzable, veíamos la palanca que habría de permitirnos escapar de la trampa mortal, y tras unos intentos con un cinturón, y una botella de cocacola que se negaba a adelgazar para entrar por el hueco, acabamos tocando la alarma, que nos puso en contacto con una empresa de seguridad. Tras una breve charla, sus palabras fueron: "El técnico va en camino". Nos miramos, sabíamos como funcionaba la cosa. Más de una hora nos separaban de la libertad y por tanto de nuestra partida de rol...
Y por Dungeons and Dragons, Stormbringer, Vampiro y el mismo Aquelarre juro que nadie me niega mi partida de rol!!!
Así que todos hicimos alarde de nuestras habilidades, cual personajes de rol que tan acostumbrados estamos a llevar. Daniel fue el que puso su ingenio, mostrando con la luz de su Samsung Galaxy II la palanca que debía ser elevada. Álvaro fue el inventor, que tras intentar introducir el paquete de dulces, la cocacola y su propio cinto, acabo fallando por poco la tirada. Marcos fue el prudente, el que aconsejaba esperar y recordaba lo peligroso que podía ser meter las delicadas manos por aquellos mecanismos infernales, ya ni os digo lo que podriá pasar de ponerse en marcha el ascensor, o ceder algun freno. Yeray (otro, no yo) se contuvo a la espera, su aportación debía esperar (y vaya si llegó!!!). Finalmente yo superé una tirada de valor, y tras mi juramento hice alarde de temeridad y pocas luces, enganché un pie entre ambos pisos y con ayuda del resto me elevé arrastrando la mano por el hueco que quedaba, consiguiendo llegar y levantar la palanca y empujando la puerta con la otra mano, que cedió a mi fuerza liberada de la cerradura. Con poco esfuerzo conseguí salir, celebrando como un héroe nuestra victoria. Álvaro salió mostrando su alegría y adrenalina de un salto vigoroso. Daniel demostró que no solo ingenio poseía, y con agilidad salió de la trampa de metal que lo había aprisionado. Lo mejor estaba aún por llegar.
Yeray y Marcos se habían quedado rezagados, inmunes al subidón de adrenalina no parecían tener prisa por salir. Sin embargo, cuando todo parecía solucionado las puertas del ascensor (las segundas, las del edificio) habían comenzado a cerrarse. El rostro de Yeray mostró primero asombro, luego terror, sabía que había posibilidad de volver a quedarse encerrado. Con una mano detuvo el avance de la puerta, y con agilidad felina, digna de cualquier Yamakasi, veloz como un Assamita bombeando sangre a cada músculo usando su poder de celeridad, se lanzó de cabeza, deslizándose por el suelo, huyendo de la trampa mortal con una postura similar a la de Tom Cruise cuando cae con el cable en Misión Imposible, y en una acción similar a Indiana Jones deslizándose justo antes de que la puerta se cerrara. Asombrados todos nos miramos. Cualquier cosa era más previsible que el salto imposible de nuestro amigo. Tras unos segundos de duda... ¿era cierto lo que habiamos visto? estalló la carcajada. Por alguna razón la situación fue endiabladamente divertida, y aseguraron las risas durante toda la velada.
Con tranquilidad, Marcos fue el último en salir, haciendo alarde de despreocupación ante una situación que le resultaba familiar (curiosamente le paso algo muy similar en otra partida, pero eso es otra historia).
Finalmente le dimos a Yeray un dado dramático, pues su acción era bien digna del juego que habíamos venido a jugar, 7º Mar. Tras subir los cuatro pisos por las escaleras, la partida continuo con normalidad. Una gran velada con una dosis de acción inesperada.
Sabed, oh lectores, que se escribirán canciones de esta hazaña. Se narrarán cuentos y se dibujarán lienzos. Hasta el fin de los días esta aventura será recordada...
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